domingo, 14 de abril de 2024

Las raíces de la estupidez

La mayoría de las personas, en un momento u otro, actuamos tontamente. Sin embargo, los individuos verdaderamente ignorantes muestran una falta de introspección y se aferran obstinadamente a sus opiniones, por muy irracionales que puedan ser.
Estas personas demuestran una seguridad inquebrantable en sí mismas y, a menudo, son completamente ajenas a sus propias insuficiencias. Elaboran justificaciones retrospectivas para validar sus creencias y aferrarse a ellas. Incluso cuando se les presentan oportunidades de crecimiento y cambio personal, parecen incapaces de liberarse de sus hábitos arraigados.
Razonar con personas testarudas puede resultar tan desconcertante como frustrante. Muchos lo han descartado como una tarea imposible. Como advirtió una vez el escritor estadounidense Mark Twain: “Nunca discutas con gente estúpida, te arrastrarán a su nivel y luego te ganarán por experiencia”.
Argumentar contra la estupidez sólo parece reforzarla. Estos individuos prosperan gracias al poder y el control, defendiendo su posición y negando su necedad, a pesar de innumerables contraargumentos.
A pesar de estos desafíos, todavía es posible influir en esas personas para que adopten un comportamiento más sensato. Todo comienza con la comprensión de las raíces de la estupidez.
Dentro de la mente de un tonto
Desde una perspectiva psicológica, la estupidez a menudo se considera el resultado de sesgos cognitivos o errores de juicio . Muchos psicólogos destacados atribuyen creencias irracionales y acciones tontas a nuestras limitaciones cognitivas. La investigación sobre la cognición humana y la toma de decisiones ha arrojado luz sobre por qué persisten estos sesgos. Revela que los humanos no son seres puramente racionales; cambian entre el pensamiento rápido e intuitivo y el pensamiento lento y racional según la situación.
Los neurocientíficos también han intervenido, señalando que los lóbulos frontales del cerebro, responsables del pensamiento racional, pueden ser anulados por la amígdala, un sistema más primitivo para procesar amenazas. Esta distinción entre toma de decisiones rápida y lenta implica que en situaciones de emergencia que requieren decisiones rápidas, el procesamiento de información más lento y deliberado a menudo se deja de lado.
Numerosos sesgos cognitivos pueden ayudar a explicar algunas de las decisiones sin sentido que toma la gente. Por ejemplo, las personas pueden ser susceptibles al sesgo de confirmación , donde prefieren información que se alinea con sus creencias preexistentes. También pueden sucumbir al “anclaje”, quedando demasiado influenciados por la primera información que reciben (el ancla), incluso cuando esta información resulte irrelevante o arbitraria.
El efecto del exceso de confianza es otro factor potencial en juego, que hace que las personas sobreestimen sus capacidades, conocimientos y la exactitud de sus creencias. También existe el fenómeno del pensamiento grupal , donde los grupos priorizan el consenso y la conformidad sobre la evaluación crítica, reduciendo su capacidad de juicio equilibrado.
Las decisiones erróneas también podrían ser el resultado de un error de atribución fundamental . Esto implica atribuir incorrectamente el comportamiento de los demás a factores internos, como la personalidad, en lugar de a factores externos, como las influencias situacionales. Además, la heurística de disponibilidad explica la tendencia a confiar en la información que nos viene a la mente de forma rápida y sencilla a la hora de tomar decisiones.
Si bien estos sesgos cognitivos no implican inherentemente estupidez, si no se abordan, pueden plantear riesgos importantes.
La estupidez en la era de la posverdad
En la era actual de la posverdad nos encontramos lidiando con un aluvión diario de discurso público que desdibuja la línea entre los hechos y la fantasía. Nos dejamos engañar por errores y mentiras, y las redes sociales parecen estar amplificando esa estupidez. De hecho, nuestra época actual puede caracterizarse como una época dorada de la tontería, ya que el auge explosivo de las redes sociales ha hecho que las locuras humanas sean más visibles que nunca.
Tendemos a subestimar el número de personas ignorantes que hay entre nosotros y la influencia que esas personas pueden ejercer sobre grupos numerosos. La peligrosa combinación de poder y estupidez puede trastornar la vida de innumerables personas. Desafortunadamente, mientras haya partidarios tontos que permitan a esos líderes, la gente se verá atrapada en el pantano de su propia tontería colectiva.
Una importante fuerza contraria a la estupidez colectiva es la presencia de salvaguardias institucionales. Los ciudadanos deben cultivar activamente una cultura cívica sólida, fomentando una sociedad en la que puedan ejercer influencia sobre su gobierno. Es necesario que existan leyes que disuadan sobre la propagación de información errónea y vías legales para contrarrestar las noticias falsas, especialmente cuando causan daño personal.
Al fin y al cabo, una iniciativa educativa más amplia puede evitar acciones tontas y contrarrestar el exceso de confianza y la arrogancia. Aunque presenta un desafío formidable, la educación puede llevar a las personas a descubrir y reconocer su propia ignorancia, fomentando una sociedad más reflexiva e informada que esté mejor equipada para enfrentar los peligros de la estupidez.

Versión de un artículo publicado en 
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martes, 9 de abril de 2024

La era del autoritarismo. El fascismo está aquí

Con la crisis que estalló en el mercado financiero en 2008, muchos científicos sociales diagnosticaron un creciente “malestar en la globalización” (Stiglitz, 2007). Este malestar trajo asociados, junto con los padecimientos que provoca directamente la crisis económica, una serie de fenómenos muy diferentes: el resurgimiento del nacionalismo, la ruptura de pactos de solidaridad institucionalizados, la lucha en torno a la legitimidad del estado de bienestar, la creciente influencia de discursos públicos y partidos políticos racistas, la movilización política de la xenofobia, una nueva oleada de críticas a las desigualdades sociales, así como nuevas demandas de protección social orientadas a contener los efectos más dañinos del capitalismo desregulado. 
En el contexto de este malestar con la globalización, se han consolidado nuevas formas de autoritarismo social que constituyen una constelación específica de fenómenos que se concretan en movimientos políticos y líderes como Donald Trump en Estados Unidos, Milei en Argentina, Putin en Rusia, Boris Johnson en Reino Unido, Benjamin Netanyahu en Israel, Mohammed bin Salman de Arabia Saudita, Recep Tayyip Erdogan de Turquía, Viktor Orban de Hungría, Narendra Modi de India, Jair Bolsonaro de Brasil, Min Aung Hlaing de Myanmar o  nuestros entrañables Aznar, Isabel Díaz Ayuso y Santiago Abascal.
Hace siglos, la mitología judía advirtió sobre una  serpiente marina primordial , el Leviatán , una encarnación del mal tan monstruosa que desafiaba la presencia misma de Dios. Según las Escrituras, se necesitaría una fuerza no menos poderosa que Dios para destruir esta horrible criatura y restaurar el equilibrio natural del mundo.
Con el paso del tiempo, el significado simbólico del Leviatán se transformó de maneras extrañamente contradictorias. Llegó a representar el propio poder de creación de Dios, una fuerza oscura, un avatar del caos y la anarquía, una bestia de Satanás, la ignorancia deliberada, el abuso de poder descarado e incluso el autoritarismo absoluto.
En el siglo XVII, el filósofo Thomas Hobbes propuso la idea de que el mundo necesita un Leviatán para preservar la paz. Para Hobbes, el Leviatán sirve como metáfora del Estado ideal, una comunidad en la que las masas (caóticas, egoístas y pecadoras por naturaleza) estarían unidas bajo un único poder soberano, ejerciendo una autoridad casi ilimitada.
Si avanzamos hasta el día de hoy, está claro que los líderes tipo Leviatán persisten y están en ascenso. 
Por supuesto, estos líderes no surgen en el vacío. Son las personas quienes se lo permiten, apoyan su crecimiento e incluso les animan. Pero ¿por qué los seres humanos se sienten atraídos por estos gobernantes que portan la fuerza oscura del Leviatán?
Cuando las personas tienen miedo sobre el futuro (social, económico y ambiental) regresan a una posición de dependencia y buscan a alguien que las guíe. Por lo tanto, no sorprende que se sientan atraídos por los “hacedores de milagros” que ofrecen soluciones rápidas. 
A diferencia de dictadores como Hitler o Franco, los leviatanes contemporáneos utilizan métodos que no son explícitamente draconianos. En lugar de recurrir a una violencia abierta y excesiva, confían en el engaño y la seducción para asegurar la obediencia de sus súbditos. En este sentido, se les puede calificar de neoautoritarios.
Si bien muchos de ellos se promocionan como auténticos adalides de las libertades, en realidad explotan el sistema para controlar los medios de comunicación de masas (o ya los controlan previamente, o son un producto de los dueños de esos medios), tener una posición dominante en las redes sociales, vigilar cada área de la vida de sus súbditos y mantener su base de poder. Al hacerlo, crean una democracia fantasma. Lo que hace que su comportamiento sea tan siniestro es su capacidad de encuadrar su agenda como producto de la “libertad de elección”. Por ejemplo, las elecciones parecen ser una expresión legítima de la voluntad del pueblo pero los resultados son manipulados o totalmente controlados por una maquinaria mediática a su servicio, que machaca sistemáticamente a sus oponentes y adula hasta la náusea a los líderes.
Otra característica destacada de su modus operandi es su uso retorcido de la ley. Los neoautoritarios, apoyados en muchos casos por una judicatura afín a sus intereses, aplican selectivamente la ley cuando necesitan luchar contra sus oponentes, y la doblegan o violan cuando necesitan protección contra cualquier amenaza a su poder. Uno de sus talentos más engañosos y peligrosos es esta capacidad de centralizar el poder con procesos pseudodemocráticos.
En sus esfuerzos por llegar al poder, estos líderes utilizan ciertas tácticas psicológicas:
- Se presentan como defensores de la gente común, a la que a menudo se presenta como víctimas.
- Utilizan y controlan hábilmente los medios de comunicación para manipular a sus seguidores y se esfuerzan por organizar eventos públicos a gran escala en los que se posicionan como la celebridad unificadora.   
- Son maestros en inventar ideologías, religiosas o de otro tipo, para cimentar su base de poder y justificar sus políticas. 
- Generan una ilusión de defensa de las libertades como forma de mantener su base de poder.  Sin embargo, no toleran la disidencia y no tienen reparos en descalificar o incluso encarcelar a sus oponentes.
- Para asegurar su control se vuelven dependientes de grupos de poder económicos (os suena Florentino Pérez?), familiares, militares y policías.
- Tienen mucho talento para seducir a los miembros de la clase trabajadora a través de la propaganda y de la clase media emergente mediante el uso de incentivos financieros y símbolos basados en el estatus.
- Provocan una tensión continua señalando futuros catastróficos y amenazas externas para justificar su existencia. Por supuesto, hacer la guerra es la máxima distracción.
Según el periodista del Financial Times, Gideon Rachman (en su obra La era de los líderes autoritarios) «nos hallamos en medio del ataque global más prolongado que han sufrido los valores democráticos liberales desde la década de 1930», asegura. «En los últimos quince años se ha producido el declive más sostenido de la libertad política en todo el mundo desde la década de 1930» y advierte que desde el ascenso al poder de los «hombres fuertes», «se ha instaurado un proceso de erosión democrática».



Bibliografía:
Rachman, Gideon: La era de los Líderes Autoritarios. Cómo el culto a la personalidad amenaza la democracia en el mundo. Barcelona, Crítica, 2022 
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martes, 26 de marzo de 2024

Langer y mindfulness

Este fue el primer experimento que el equipo de Langer realizó para probar la unidad de cuerpo y mente. 
Allá por los años 80, se llevó a un grupo de personas de edad avanzada (mayores de 70 años) a pasar unos días a un lugar de retiro. Durante esos días, en ese lugar se recreó el mundo tal y como era 20 años antes y se forzó a los participantes a hablar en tiempo presente sobre los eventos del momento: las noticias, las películas, los libros, las series de televisión. Al grupo de control—otro grupo de abueletes—se les llevó al mismo sitio, pero a ellos se les pidió que hablaran de aquellos años y sus acontecimientos en tiempo pasado. Pues bien, las personas que actuaron como si fueran 20 años más jóvenes por unos días mejoraron de forma objetiva su visión, su audición, su memoria, su fuerza y se veían razonablemente más jóvenes en apariencia. 
Ellen Langer afirma que buena parte del deterioro que sufrimos al envejecer es producto de nuestras mentes. No dejamos de hacer cosas porque nos hacemos viejos sino que nos hacemos viejos porque dejamos de hacer cosas. 
Quizás no puedas hacer las cosas exactamente igual que las hacías antes, pero podrás suplir en parte tus carencias con tu sabiduría. 
Otro aspecto a considerar es que la gente que presta más atención y vive más en el presente saborea cada momento y no dedica tanto tiempo a pensar qué va a ser de ella dentro de 10 años o a recordar con nostalgia el pasado, lo cual produce angustia vital y estrés.
En otro experimento verdaderamente impactante, se dividió a un grupo de diabéticos en tres partes iguales. Al primer tercio se le pidió que jugase durante 15 minutos a un juego de ordenador cuyo reloj estaba trucado e iba el doble de rápido que el tiempo real. El reloj del ordenador del segundo tercio iba la mitad de rápido que el tiempo real y el del último tercio iba según el tiempo real. Pues bien, se demostró que el ritmo al cual su cuerpo gestionaba los picos de glucosa replicaba el tiempo percibido, no el real. 

miércoles, 20 de marzo de 2024

La Ley de Cunningham

Howard Cunningham, más conocido como Ward Cunningham (Michigan City, Indiana, 1949), es un informático y programador estadounidense de patrones para programación ("patterns"). Creó el primer sitio wiki, el WikiWikiWeb, en marzo de 1995.
A Cunningham se le atribuye la idea de que “la mejor manera de obtener la respuesta correcta en Internet no es hacer una pregunta, sino publicar la respuesta incorrecta”. Esto se refiere a la observación de que las personas son más rápidas para corregir un error que para responder a una pregunta. Teóricamente, según esta ley, lo incorrecto actúa como imán de lo correcto.
La paradoja de la ley es que , en ocasiones, más que corregir puede amplificar la desinformación, ya que podría darle más visibilidad y atención a la desinformación original que a las posteriores correcciones. 
¿Cómo puede suceder esto? Al corregir y señalar los errores en los comentarios, un post se volverá viral ya que los algoritmos tienden a priorizar los contenidos con mayor interacción y hacen que llegue a un público más amplio. Por tanto, una afirmación inexacta o de baja calidad puede propagarse con mayor facilidad y alcanzar a un mayor número de personas.  Siguiendo a Russell, y a causa de su convencimiento sobre la estupidez de la mayor parte del género humano, es más probable que una creencia ampliamente extendida sea una tontería.

Imagen: https://www.phe.es/photospain/madrid-fashion-at-street-level-juana-biarnes/

domingo, 17 de marzo de 2024

El tiempo percibido tiene un efecto real en la curación física

El tiempo percibido tiene un impacto significativo en el tiempo real que lleva curar las heridas físicas, según una nueva investigación realizada por los psicólogos de Harvard Peter Aungle y Ellen Langer.
Su estudio, publicado a finales del mes pasado en Nature Scientific Reports , desafía las creencias convencionales sobre las influencias psicológicas en la salud física. Los hallazgos sugieren una gama más amplia de influencias psicológicas de lo que se aprecia actualmente.
Para completar su estudio, los autores utilizaron un procedimiento estandarizado para herir levemente a sujetos voluntarios. Luego, el tiempo percibido se manipuló en el laboratorio, y cada participante del estudio completó tres condiciones experimentales: tiempo lento (0,5 veces el tiempo real), tiempo normal (1 veces el tiempo real) y tiempo rápido (2 veces el tiempo real).
Se documentó que las heridas sanaban más rápido cuando los participantes creían que había pasado más tiempo. Asimismo, el proceso de curación resultó más lento cuanto menos tiempo se percibía. El tiempo real transcurrido fue el mismo en las tres condiciones.
Se están realizando más investigaciones para comprender mejor los mecanismos subyacentes y las implicaciones más amplias de estos hallazgos. Mientras tanto, el estudio presenta argumentos convincentes para incorporar más plenamente la idea de “unidad” mente-cuerpo en investigaciones posteriores sobre los efectos sobre la salud mente-cuerpo. En particular, se insta a los investigadores a considerar una gama más amplia de influencias psicológicas sobre la salud física.
Las influencias psicológicas sobre la salud física generalmente se entienden en términos de influencias sobre las emociones (como el estrés) y el comportamiento (por ejemplo, las creencias que promueven acciones saludables). Esta investigación sugiere que las creencias abstractas sobre cómo funcionan nuestros cuerpos también influyen directamente en la salud física.

sábado, 9 de marzo de 2024

Testigos

¿Quieren saber cómo es posible influir en la respuesta de un testigo e incluso modificar su recuerdo, sencillamente haciendo la pregunta de una manera o de otra? 
Déjenme que les cuente una investigación italiana de hace algunos años. A tres grupos de estudiantes de psicología —no niños, no incautos, sino estudiantes de psicología que sabían que estaban siendo sometidos a una prueba científica— les fue mostrada una filmación.
En esta filmación se veía a una señora que salía de un supermercado con un carrito; por detrás de la señora se acercaba un joven que agarraba una bolsita que estaba en el carrito y luego se iba corriendo.
A los tres grupos de estudiantes, con preguntas distintas, se les pidió que contaran lo que habían visto.
Al primer grupo se le hizo esta pregunta: «¿El ladrón ha tropezado con la señora?»
Al segundo grupo: «¿De qué manera el agresor ha empujado a la señora?»
A los estudiantes del tercer grupo se les preguntó sencillamente que contaran lo que habían visto.
Huelga decir que en la filmación no había ningún encontronazo ni ningún empujón. Yo creo que ya han intuido cuál fue el resultado del experimento. Entre los estudiantes del tercer grupo —al que se le había pedido simplemente que contara los hechos— sólo el diez por ciento, o un poco más, habló de un encontronazo o de un contacto físico entre la víctima y el agresor. Entre los estudiantes del segundo grupo —aquellos a quienes se les había planteado la pregunta más sugestiva— hubo casi un setenta por ciento de respuestas en las que se hablaba del encontronazo inexistente. Como en el caso del experimento de los niños, también todos aquellos que hablaban del encontronazo enriquecían la narración con detalles sobre la manera, la violencia, la dirección del choque inexistente.

Carofiglio Gianrico, Testigo Involuntario

viernes, 9 de febrero de 2024

Efecto placebo

En un estudio que realizaron Alia Crum y Ellen Langer de la Universidad de Harvard, se evaluó si la relación entre el ejercicio y la salud está mediada por cierto estado mental. 
Las investigadoras entrevistaron a más de ochenta camareras de habitación que trabajaban en siete hoteles diferentes. 
Las trabajadoras manifestaron que pensaban que realizaban poco o ningún ejercicio diario aun cuando en sus trabajos estas corrían diariamente por los hoteles donde trabajaban. 
Las científicas informaron a la mitad de las camareras que, debido a su trabajo, ya estaban cumpliendo o superando las recomendaciones de treinta minutos de ejercicio diario. 
Un mes después de esta primera entrevista, las mujeres que fueron informadas creían que estaban haciendo más ejercicio que nunca y todas ellas mostraron una disminución en el peso, la presión arterial, la grasa corporal, la relación cintura-cadera y el índice de masa corporal, e incluso desarrollaron una presión arterial más baja a pesar de que en realidad no hacían más ejercicio que antes. 
La otra mitad de trabajadoras que no fueron informadas que estaban cumpliendo o superando las recomendaciones de ejercicio diario no mostraron cambios significativos. 
Estos resultados sugieren que, si uno cree que está haciendo suficiente ejercicio, sí puede perder peso. Se piensa que esto ocurre a través del efecto placebo.

Leído en Por qué tenemos el cerebro en la cabeza, de Pedro Maldonado

martes, 9 de enero de 2024

Estereotipos, prejuicios y educación

Un ejemplo interesante sobre el impacto de la educación y los estereotipos lo encontramos en un estudio de tres investigadores del departamento de psicología de la Universidad de Arizona, Michael Johns, Toni Schmader y Andy Martens. 
En este estudio tomaron a tres grupos de niñas y niños de características similares 
Al primer grupo de niños y niñas se les hizo un examen que se les presentó explícitamente como un examen de Matemáticas. Después de analizar los resultados, observaron que los niños tuvieron un mejor rendimiento en esta prueba. 
Seguidamente, estos investigadores realizaron la misma prueba con un segundo grupo de niñas y niños, pero en esta oportunidad no mencionó la palabra matemáticas; solamente les informaron de que era un ensayo de resolución general de problemas. 
En este caso, niños y niñas tuvieron exactamente el mismo rendimiento. 
Más interesante aún, los investigadores tomaron un tercer grupo de niños y niñas, realizando la misma prueba: esta vez, sin embargo, se les informó, como la primera vez, que este era una prueba de Matemáticas, pero también se les advirtió sobre el prejuicio infundado de que las niñas eran peores para las Matemáticas que los niños. 
Como resultado de esta intervención, el rendimiento de la prueba fue similar entre niños y niñas. 
Este estudio ejemplifica bastante bien el potencial impacto de la intervención social sobre el rendimiento en tareas cognitivas, y cómo la manifestación de capacidades intrínsecas en niños y niñas se ven enmascaradas por nuestros prejuicios culturales.

Leído en Pedro Maldonado: Por qué tenemos el cerebro en la cabeza.

martes, 17 de enero de 2023

Los intelectuales

Cuenta Golo Mann en sus memorias una historia ilustrativa. La asamblea de escritores convocada por el Partido Nazi alemán apenas conquistado el poder. 

El discurso lo hace Goebbels. «Se nos ha reprochado que no nos hayamos ocupado delos intelectuales. No nos hacía falta. Sabíamos muy bien que, una vez en el poder, los intelectuales vendrían a nosotros por sí solos». Estas palabras, recoge Golo Mann, fueron acogidas con una «atronadora salva de aplausos de los intelectuales».

Imagen: https://www.instagram.com/p/Ci9fvzoM9li/
Mann, Golo: Una juventud alemana memorias. Plaza & Janés, Barcelona, 1989.

martes, 10 de enero de 2023

Fugaces. La realidad gaseosa

Se está perdiendo la relación afectiva con las cosas. Ya casi no tenemos fotos, ni libros, ni discos. Nuestra relación con la realidad ya no es ni siquiera  líquida (como señaló Zygmunt Bauman) sino gaseosa. 

Todo es provisional y precario (como el trabajo), necesariamente pasajero, continuamente novedoso. Mirar hacia atrás es una pérdida de tiempo, como escribir qué o poner una interrogación. 

Perdemos horas leyendo mensajes pretenciosos, rancios y simplones; horas viendo fotos y vídeos de diez segundos que olvidamos en dos; escuchamos canciones con letras tan manidas como su ritmo simplón. Todo es rápido, insustancial. 

Como señala el sociólogo Vicente Verdú, “internet, las redes sociales, Twitter o Facebook han logrado tanto éxito porque han venido a brotar en un momento en que existía una fuerte demanda de comunicación. Pero no ya de una comunicación a la vieja usanza, en la que se comprometía mucho el yo, sino una comunicación efímera y fragmentaria, cambiante y removible a la manera en que la cultura de consumo ha enseñado a adquirir”. Vivimos tiempos en que la imagen ha ganado mucho terreno a la imaginación, y no digamos ya a la escritura. Del mismo modo, la emoción ha robado prestigio a la reflexión. En ambos casos, señala también Verdú, la instantaneidad ha vencido al proceso y el suceso puro a su explicación. De hecho, todos los medios son ya instantáneos, sensacionalistas, emotivos y superficiales. 

Resulta entretenido y ocupamos nuestro tiempo así, mirando un móvil donde la vida pasa fugazmente. Libres. Impotentes.

Imagen: https://www.instagram.com/christopherbucklow/

martes, 3 de enero de 2023

Café del Infierno

Todos los días, en el café, abre el periódico y lee las mismas noticias, ese viejo proyecto de crear un puente de cadáveres entre África y Europa, una guerra en Oriente Próximo, un atentado en Oriente Medio, un virus en Lejano Oriente, fascistas riendo entre víctimas colaterales, imbéciles besando el zapato que los pisotea. Lo de todos los días. 

El parte meteorológico señala, como siempre, que en el infierno nunca hará frío.
Y como todos los días, pide un expreso y don diablo le dice que la máquina está estropeada. El técnico llegará esta tarde. 

viernes, 26 de marzo de 2021

Defensa (la odisea)

Señoras y señores del jurado, voy a contar una historia. Una historia de esas que no empiezan por la mañana, alrededor de las seis, ni acaban de noche, no más allá de las once (para evitar el acceso a opacos laberintos legales).
Nuestro héroe, (todas las buenas historias deben tener un héroe, no es necesario que sea joven o apuesto, con un personaje que despierte cierto interés nos vale), como les decía, nuestro héroe, algo así como un Odiseo de nuestro siglo (con permiso del señor Poldy) se despertó, se levantó de su humilde catre y fue a la cocina. Bebió un vaso de agua. Tenía sed. Ayer estuvo bebiendo. ¿Ayer estuvo bebiendo? No lo recordaba. Pero bebía todas las noches, así que seguramente ayer bebió de ese alcohol transparente hasta hacerse invisible. Mucha sed. Se sirvió un vaso y se tragó toda el agua. Con ansiedad. Ayer leyó que el líquido tarda 20 minutos en llegar al torrente sanguíneo, por lo que cuando bebes un vaso de agua y sientes que tu sed se apaga de inmediato, eso no es una realidad biológica, sino una especie de truco neurológico. Qué cosas.
Tranquilidad, señores. Pensarán ustedes que así no acabaremos, pero no se alteren, todo llegará. Por cierto, nuestro héroe está sin apellidos, uno al menos me solicita, pongámosle Marmota, conjuga bien con el color de sus ojos. Ulises Marmota se prepara un café, como cada resacoso día. Le gusta el café fuerte, solo y sin azúcar. Solo-solo. Desayuna sin compañía. Lee la prensa en el móvil. No entiende nada. Bueno sí, el fútbol sí lo entiende, y el rugby. El resto le parece un sinfín de balbuceos incomprensibles, una glosolalia inútil. Sin embargo esta mañana se ha levantado contento, es un decir. Su única intención es mantener ese talante. Ser feliz a lo largo de todo un día, aunque sea solo uno. Lo intentará hoy, no con el falso júbilo del participante en una entrevista de trabajo para Google o del exaltado yonqui, sino simplemente con la felicidad ganada a pulso de un ser humano consciente de que lo ha conseguido a fuerza de tesón. Por cierto, no lo hemos dicho, es primavera. La primavera había llegado rápidamente, aquí estoy yo, lo dijeron en las noticias, pero los días transcurrían iguales. También las noches eran todas iguales. Oscuras. Nuestro héroe piensa. Ilumíname Tiresias. Nada. Sale a la calle. Les solicito que tengan paciencia, falta poco. Huele a café recién hecho y a dulce y a horno de pan. Ulises sonríe. Soporta la incertidumbre y la duda. No, no, le gusta no tener certezas, la complejidad del misterio de cada día, de cada enigmático e inexplicable momento. También le gusta el olor a pan y a café y a vida. Hoy lo intentará, y aquí truena en su mente un redoble de tambores, evitará tropezar constantemente con coprolitos trogloditas, con vocecitas que le dicen cállate, todo lo ve de otra manera. Lo que era rugoso ahora es suave. Lo sórdido se ha convertido en pintoresco y las luces de las farolas arrojan bonitos reflejos sobre los cristales de las botellas y las ventanas rotas. Es en ese preciso instante en el que todo refulge cuando nuestro héroe respira el aire fresco de la mañana, entra en el coche y arranca el motor. 

Respira de nuevo. 

Está seguro, aguantará otro día.

Imagen: https://thisisnthappiness.com/post/648251705358745600/im-at-the-airport-artem-chebokha

viernes, 26 de febrero de 2021

Deprisa, deprisa

Siempre llevo prisa. Siempre voy rápido. Acelerado, no soporto ir detrás de nadie. Vuelo con el coche, esquivo a los tranquilos paseantes con fintas propias de Stephen Curry. Yo no paseo, corro despacio. Fluyen edificios a derecha e izquierda con pájaros enjaulados en celdas privadas. Miro las máscaras que adelanto fulgurante o que se cruzan brevemente en mi camino. Máscaras de gente normal y de gente con banderitas de España. Banderitas en la mejilla izquierda, banderas tapando bocas, pequeñas banderillas como legañitas bajo párpados de mirada altiva. Al final era verdad eso de que las máscaras enseñan más de lo que esconden. Tras ellas se ocultan rencores agazapados y fobias rancias. Yo pensaba que éramos personas capaces de ver el lado bueno hasta en una celda de aislamiento, "la rugosidad de este encofrado de hormigón no la tienen otras cárceles, además, los gusanos le otorgan al puré de patatas una suave textura". Pero no, en cuanto se escuchan frases altisonantes y vacuas en boca de un macho alfa, corren indignados a ponerse una banderita y se les pone cara de haber dado una conferencia titulada "cómo llegué a ser tan listo". No me importa, yo paso rápidamente y solo queda un fugaz destello rojigualdo en mi hipocampo. 
Se venden muy bien las banderas de España últimamente. Casi todas están hechas en China. Benjamin dijo que somos imágenes que piensan (unos más y otros menos, apostillo) y puede que tuviese razón, o no. Las imágenes son reveladoras. Cuando era joven (¿más?) recuerdo como un fogonazo edificios en construcción rematados con una bandera roja. Si miras hoy para arriba, solo ves banderas de España. Hemos olvidado los sueños que tuvimos antes de esta narcosis.

Tropiezo y me caigo (eso me pasa por mirar las nubes). Siempre ando tropezando, continuamente, a cada paso, en cada cosa, hasta cuando ya no queda camino. Pero esto es vivir. Si no tropiezas es que te has convertido en una zamburiña.  
Lo malo no es tropezar, es que hemos perdido el testigo, extraviados entre Escila y Caribdis, susto o muerte. 
Los dueños del edificio deben estar muertos de risa. 
Menos mal que voy deprisa.

Imagen: https://thisisnthappiness.com/post/648482966117433344/almost-mario-alberto-meneses

martes, 26 de enero de 2021

Ora pro nobis

Carl Sagan en su libro El mundo y sus demonios, afirma que en las salas de espera de los hospitales se producen más curaciones espontáneas que en Lourdes.

El 82% de los estadounidenses cree que rezar puede curar las enfermedades graves, un 73% cree que rezar por otras personas puede curar una enfermedad y el 64% desea que los médicos recen por ellos. No conozco estadísticas similares para España pero mucho me temo que los resultados no serían muy distintos.

En 1872, Francis Galton, primo de Darwin, fue el primero en analizar científicamente la eficacia del rezo. Comprobó que cada domingo, en iglesias de toda Inglaterra, congregaciones completas rezaban públicamente por la salud de la familia real. Su hipótesis era que, de ser efectiva la plegaria, los reyes deberían vivir más que otros grupos comparables. Sus estadísticas demostraron que los soberanos vivían menos tiempo que los miembros de la alta burguesía.

Más recientemente, en el año 2005, el físico Russell Stannard (un reconocido científico creyente británico) lanzó una ambiciosa iniciativa (financiada por la todopoderosa Fundación Templeton) para someter a prueba experimentalmente la efectividad de la oración.
https://www.theatlantic.com/photo/2019/12/2019-photos-wrapping-up-the-year/602857/
Bajo el liderazgo del cardiólogo Hebert Benson, un equipo de investigadores monitorizó a mil ochocientos dos (1.802) pacientes en seis hospitales, a todos se les había practicado cirugía coronaria de bypass.

Los pacientes fueron divididos en tres grupos. El grupo Uno recibió rezos sin saberlo. Por el grupo Dos (el grupo de control) nadie rezó. El grupo Tres recibió rezos y todos sus miembros sabían que se rezaba por ellos. La comparación entre los grupos Uno y Dos examina la eficacia de la plegarias. Los resultados del grupo Tres proporciona los posibles efectos psicosomáticos de saber que están rezando por uno.

Los rezos fueron hechos por las congregaciones de tres iglesias; una en Minnesota, una en Massachusetts, y una en Missouri; todas distantes de los tres hospitales. A los individuos que rezaban se les dio únicamente el nombre y la primera letra del apellido de cada paciente por el que debían rezar y se les dijo que incluyeran en sus plegarias, la frase: “por una exitosa cirugía con una rápida y saludable recuperación sin complicaciones”. Todo muy pautado.

Los resultados, publicados en la revista científica American Heart Journal de abril de 2006, fueron claros. No existió diferencia entre aquellos pacientes por quienes se rezó y aquellos que no recibieron rezos. Sin embargo, y esto es lo más curioso, sí existió una diferencia entre aquellos que sabían que se estaba rezando por ellos y los que no sabían si se estaba rezando o no por ellos: aquellos que sabían que eran beneficiarios de los rezos, sufrieron significativamente más complicaciones que los demás.


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¿Se enfadó Dios por la duda expresada en el estudio? ¿Quiso castigar a los científicos por haberse gastado dos millones y medio de dólares en una estupidez? Puede que sí, pero parece más probable que los pacientes que sabían que se estaba rezando por ellos sufrieran un estrés adicional, “ansiedad de desempeño”, como dijeron los experimentadores. El doctor Charles Bethea, uno de los investigadores, dijo: “Puede haberles producido incertidumbre, al hacerles pensar: ¿estoy tan enfermo que tuvieron que llamar a todo un equipo de orantes?”

Así que, si enfermo, ingrésame en un buen hospital y reza por alguien que se lo merezca. ;)

Dawkins, Richard: El espejismo de Dios, Espasa, Barcelona, 2012
https://www.xatakaciencia.com/otros/rezar-no-cura-confirmado
https://www.bbc.com/mundo/noticias/2012/03/120320_muamba_poder_oracion_cr
https://www.tendencias21.net/Dos-nuevos-estudios-analizan-los-efectos-de-la-oracion-sobre-la-salud_a949.html
1 Esta foto proporcionada por la NASA muestra el ojo del huracán Dorian, visto desde la Estación Espacial Internacional el 2 de septiembre de 2019.
https://www.facebook.com/pg/Toilet-Paper-Magazine-251769511528448/photos/?ref=page_internal


jueves, 21 de enero de 2021

El nuevo mundo. El siglo de internet

Cada minuto de cada día del año 2016 se subieron 120 horas de nuevos vídeos a Youtube (diez millones de vídeos al día) y los usuarios de Facebook colgaron 250.000 imágenes (350 millones de imágenes diarias). Si alguien quisiera ver todos los vídeos que se suben a Youtube en un año tendría que estar viéndolos de manera ininterrumpida 7.101 años (26 millones de días). “El mundo físico -confirmó el informe McKinsey, en 2010- está convirtiéndose en un tipo de sistema de información”. 

Hoy, en un rato, somos capaces de conocer el tiempo que va a hacer mañana, explorar en las portadas de varios periódicos, leer un artículo escrito ese mismo día por nuestro autor preferido, publicar una foto que acabamos de hacer o revisar las novedades en nuestras redes sociales. Tenemos a nuestra disposición millones de obras, fotografías, películas, canciones, revistas, blogs, o páginas web. Nunca había sido tan sencillo situarse y estar en el mundo como ahora mismo.

Y lo más llamativo es que, aunque nos resulte tan cotidiano, la era digital comenzó a desarrollarse hace muy poco: hace treinta años había solo treinta mil ordenadores con acceso a internet y hasta 1990 no aparecen ni el lenguaje HTML ni la WorldWideWeb (WWW). 

Twitter y Facebook se crearon hace quince años. 

Instagram y WhatsApp tienen poco más de diez años de vida.

En enero de 2016, 3.419 millones de personas tenían acceso a Internet. Según las previsiones expuestas en un libro blanco de Ericsson, en 2020 habrá 50.000 millones de dispositivos inteligentes en la red. 

Es en la primera década del siglo XXI cuando se produce este gran cambio en nuestro modo de vida, cuando nuestras costumbres se han modificado de una forma tan sorprendente como inverosímil.

Hemos pasado de hablar por teléfono, revelar nuestras fotos y enviar cartas a mandar documentos por correo electrónico, felicitar por Facebook, tuitear una noticia, colgar las fotos de nuestro último viaje en Instagram o guasapear con nuestros amigos. El teléfono lo usamos para casi todo... incluso, a veces, para conversar. 

Las consecuencias económicas, políticas, sicológicas o educativas de esta nueva realidad llevan años siendo analizadas.

Pascual Serrano, en su libro La comunicación jibarizada, nos presenta su visión sobre cómo la reducción de la calidad de la información, asociada a la velocidad de las tecnologías, está produciendo fenómenos nuevos como la tuiterización de la forma de expresión, así como de la misma información. Se reducen los contenidos, se reducen las maneras de comunicarse, se jibariza el mundo.

Las ideas tienden a reducirse, buscan llamar la atención de forma efímera con unos contenidos  sensacionalistas, sensibleros, vacíos. Estamos tan ocupados, distraídos o abrumados por la información que nos llega, que resulta difícil darnos cuenta de la forma superficial y jibarizada que adopta y del modo en que influye en nuestra manera de consumirla e interiorizarla. Y esta abundancia de información, junto a las inmensas posibilidades de la web, crean una situación paradójica: la libertad y el conocimiento se reducen, con el destierro de la profundización, la pérdida de la capacidad autónoma de reflexión, la incapacidad para la elaboración independiente de conclusiones y, por último, la ausencia de una mirada crítica de los acontecimientos.

Como señala Deleuze, la dificultad hoy en día no estriba en expresar libremente nuestra opinión, sino en generar espacios libres de soledad y silencio en los que encontremos algo que decir.

En nuestros días la imagen ha derrotado a la imaginación y la emoción ha robado prestigio a la reflexión. De hecho, todos los medios son ya instantáneos, sensacionalistas, emotivos y superficiales. Y todo lo que no cumple esas condiciones es apartado de la agenda.

Nicholas Carr (autor de Superficiales ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes?) considera que la influencia de las nuevas tecnologías está modificando nuestra manera de pensar y de actuar, que esa distracción constante a la que nos somete nuestra existencia digital (y que, según Carr, es inherente a las nuevas tecnologías) nos convierte en espectadores superficiales y compulsivos y nos aleja del pensamiento reflexivo. 

La consultora Linda Stone (creadora del término "atención parcial continua") observó que los nativos digitales estaban incesantemente semiconcentrados en muchas cosas a la vez y que este estado de "atención parcial" tiene desventajas a nivel reflexivo y de comprensión ya que las investigaciones sugieren que la calidad de la concentración disminuye con el número adicional de estímulos. Además, estos jóvenes nacidos en la era de la informática están orientados hacia la recompensa a corto plazo, como las que se consiguen con los videojuegos, y buscan situaciones que imiten esa dinámica en su entorno real.

Para Carr, la multitarea, instigada por el uso de internet, nos aleja de formas de pensamiento que requieren reflexión, nos convierte en seres más eficientes procesando información pero menos capaces para profundizar en ella, "esto no solo nos deshumaniza un poco sino que nos uniformiza".

Esta nueva era trae también nuevas formas de control. De hecho, las redes sociales, que posibilitan la participación activa del ciudadano, están convirtiéndonos en consumidores que reaccionamos de forma pasiva ante la política, refunfuñando y quejándonos ante los productos que nos desagradan o nos defraudan, transformando la acción política desde la red en una democracia de espectadores… pero esa es otra historia.

Carr, Nicholas: Superficiales. ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes? Taurus, Madrid, 2011.

Frommer, Franck: El pensamiento PowerPoint. Ensayo sobre un programa que nos vuelve estúpidos, Península, Barcelona, 2011.

http://www.ibermatica.com/sala-de-prensa/opinion/superficialidad-y-estupidez

http://www.pascualserrano.net/noticias/la-comunicacion-jibarizada-como-la-tecnologia-ha-cambiado-nuestras-mentes

Serrano, Pascual: La comunicación jibarizada. Cómo la tecnología ha cambiado nuestras mentes. Madrid, Península, 2013.

Han, Byung-Chul: Psicopolítica. Herder, Barcelona, 2014.

https://thisisnthappiness.com/post/624708875487199232/new-york-kanghee-kim


sábado, 26 de diciembre de 2020

Vuelven los 50

 Vuelve a estar de moda la época más cool de nuestro pasado siglo, esos años de uniformes y boinas, banderas y sotanas, de vírgenes y burdeles. Vuelven Pemán, el seíta, Paco Martínez Soria, las novenas, el porno vintage, el rosario de la aurora y el viril saludo romano (camisa desabrochada destacando el surco esternal, mangas enrolladas hasta el varonil hombro). Qué tiempos. 

Y qué señoras. Recatadas, sumisas y virtuosas.

Se les mimaba tanto que, según la primera legislación laboral franquista, las mujeres debían dejar el trabajo al casarse, (recibían una indemnización denominada dote). Como debe ser, las casadas que quisiesen seguir trabajando precisaban de la autorización de sus maridos. Igual que en la prodigiosa Alemania nazi, para la mujer española la vida se concretó en las tres k: kinder, küche y kierche (niños, cocina e iglesia).

Su situación legal era plenamente equiparable a la de una minoría de edad prolongada. Los pasos que van dándose a lo largo del tiempo no empañan este puñetazo reglamentario, que va a subsistir esencialmente hasta la Constitución de 1978.



Dos ejemplos:

La Ley de 4 de julio de 1970 eliminó la posibilidad de que el padre pudiera dar a los hijos en adopción sin el consentimiento de la madre y se permitió que las mujeres casadas pudieran seguir trabajando después de contraer matrimonio sin necesidad de permiso del marido.

En abril de 1964 el general Franco tuvo que volver sobre sus pasos y revisar un artículo del Código Penal, por el cual los padres y maridos tenían derecho a matar a sus hijas y esposas y los hombres que cometían adulterio con ellas. El "parricidio por honor" estuvo vigente en España entre 1944 y 1964. Si el marido se contentaba con una denuncia, la esposa infiel podía ser condenada hasta a seis años de cárcel.

Y todo con el amparo y la dedicación características de nuestra amada Iglesia. Como siempre en este bendito país, los curas se implicaron en la conservación de nuestras verdaderas esencias. El nacionalcatolicismo fue la guardiana de la decencia y de la rectitud ideológica de los españoles.

La obsesión por los pecados de la carne fue una preocupación fundamental de la neurosis moral de la Iglesia Católica. Pildain, obispo de Canarias, protestó por la desnudez de las estatuas situadas en lugares o establecimientos públicos y sugirió que se les pusiera un taparrabos. Para él los novios no debían encontrarse nunca solos, “quien quita la ocasión, quita el pecado”. 

El diseño se hizo teología. Debajo de cada sotana vibraba Coco Chanel y se escondían anhelos inconfesables y -en algunos casos- inconscientes. Se vigilaban los centímetros y los escotes. Las obsesiones con los pecados de la carne y las preocupaciones de costurera hicieron gastar incontables neuronas, ríos de tinta, alzacuellos y sudores, muchos sudores, a nuestros pastores.

El arzobispo de Toledo, Pla y Daniel, receló en voz alta de los pantalones cortos con que vestían los jóvenes falangistas, porque lo que dejaban ver podía excitar a las muchachas (y quizás a algún que otro obispo). Las niñas debían llevar falda hasta las rodillas, y medias a partir de los doce años, que a esa edad ya se sabe.

Todos los prelados gastaron mucho de su talento en pastorales que condenaron el baile agarrado, la longitud de las faldas, el cuidado al montar en bicicleta, los baños al aire libre o atrevimientos de similar importancia para el futuro de la humanidad.

Aquellos maravillosos años.

Hoy veo en la prensa libre (qué oxímoron) saludables muchachas y briosos jóvenes nostálgicos de  dirigentes a los que, si alguna vez se les pasó una idea por la cabeza, murió por falta de alimento. Hoy, sus herederos se miran al espejo y no encuentran indicios de vida inteligente. Vuelven los 50.

Imagen: https://thisisnthappiness.com/post/647268069079678976/april-fools-day-arthur-trees

miércoles, 8 de enero de 2020

Hasta la última gota de nuestra sangre

¿Catalán o español? ¿andaluz o gaditano? ¿del Madrí o del Barsa?
¿Qué somos? ¿dónde estamos? ¿hay vida más allá del procés?
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 La identidad es, en términos generales, la concepción y expresión que tiene cada persona acerca de su individualidad y acerca de su pertenencia o no a ciertos grupos. Nos clasificamos en categorías, grupos, colores y hasta marcas, pero siempre nos queda la duda de qué hubiese sido de nosotros de producirse pequeños cambios en nuestra vida: en cuestión de pocos kilómetros, o incluso metros, puedes nacer en Villarriba o en Villabajo, en una nación o su enemiga. Si esto es así, cómo somos capaces de integrarnos en una u otra, qué hace que derramemos hasta la última gota de nuestra sangre por defender un pedazo de tierra, que estemos en distintas barricadas peleando por trapos de color de distinto tono.
Henri Tajfel (1919-1982) fue un psicólogo social británico de origen polaco conocido por ser el principal creador de la Teoría de la Identidad Social, que propone que la gente tiene una tendencia innata a categorizarse a sí misma en grupos excluyentes (“ingroups”), construyendo una parte de su identidad sobre la base de su pertenencia a ese grupo y forzando fronteras excluyentes con otros grupos ajenos a los suyos (“outgroups”).
Tajfel realizó una serie de experimentos sobre la discriminación intergrupal en la ciudad de Bristol, en 1970. La idea de Tajfel surgió de un amigo esloveno que hablaba sobre los estereotipos que existían sobre los inmigrantes bosnios (la región más pobre de la antigua Yugoslavia).
Sus experimentos se centraron en el comportamiento de un individuo hacia los miembros del grupo propio y los miembros de un grupo extraño. Los realizó con chicos de catorce y quince años de una escuela de Bristol. Todos se conocían entre sí antes de que fueran, en grupos de ocho, al laboratorio de Tajfel. Allí se les pasó un test de «agudeza visual»: racimos de puntos fueron proyectados en una pantalla y se les pidió que calcularan el número de puntos de cada racimo. Después de hacer esa tarea, se les dijo a los chicos que algunas personas tendían a calcular por debajo, y otras por encima, el número de puntos. Entonces, después de que sus hojas de respuestas fueran ostensiblemente «puntuadas», los chicos fueron llevados de uno en uno a otra habitación y se les dijo, de forma privada, a qué grupo pertenecían, si al de los sobrestimadores o al de los subestimadores.
La asignación de grupo fue completamente aleatoria: la mitad de los chicos fueron incluidos en un grupo y la otra mitad al otro. Su actuación en el test de los puntos no tuvo nada que ver.
El experimento real comenzó inmediatamente después de haberles dado esa información falsa.
Cada chico fue instalado en una cabina individual y se le pasó una «hoja de recompensas» para que la rellenara. Se le pidió que decidiera cuánto dinero se le debería pagar a varios de sus compañeros por participar en el experimento. Los compañeros solo fueron identificados por el número y el grupo. Por ejemplo, un chico al que se le hubiera dicho que era un sobrestimador se le pediría que escogiera, entre una lista de varias opciones, cuánto dinero se le debería dar al «miembro número 4 del grupo sobrestimador» y cuánto al «miembro número 53 del grupo subestimador». Cualquiera que fuese su opción —eso se decía claramente en las instrucciones— no afectaría en nada a su propio "sueldo".
Los chicos no sabían los nombres de los compañeros que estaban en su propio grupo y cuáles en el otro ni conocían la identidad de las personas a las que les asignaban los pagos (solo un número). Sin embargo, dieron más dinero a los miembros de su grupo que a los del otro. Parecían estar más motivados para pagar menos a los miembros del otro grupo y pagar más a los del propio.
Este experimento demostraba qué poco se necesita para evocar lo que Tajfel llamaba «grupalidad». No se requiere una historia de amistad con uno de los miembros del grupo o un conflicto con los miembros del otro. Tampoco se precisa un territorio por el que luchar. Ni diferencias visibles en la apariencia o en la conducta. Ni siquiera es necesario saber quiénes son tus compañeros de grupo. «El mero hecho de la división en grupos es suficiente para disparar la conducta discriminatoria.»
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Tajfel también estudió la forma en que creamos categorías y cómo estas afectaban a nuestros prejuicios. Los resultados de sus experimentos mostraron la predisposición a presuponer que todos los elementos de una categoría (todos los “franceses” o todos los “catalanes”) eran más similares entre ellos de lo que realmente lo eran, y, en la misma línea, que los pertenecientes a categorías distintas inflaban las desigualdades, en muchos casos inexistentes (por ejemplo, exagerando las diferencias entre “catalanes” y “españoles”).

https://es.wikipedia.org/wiki/Henri_Tajfel
https://www.facebook.com/pg/Toilet-Paper-Magazine-251769511528448/photos/?ref=page_internal
https://www.juxtapoz.com/news/installation/neil-farber-charlie-roberts-hirosuke-yabe-give-depth-and-humor-richard-heller-gallery/
https://www.juxtapoz.com/news/photography/mark-mahaney-s-polar-night/