sábado, 21 de enero de 2017

Las mentiras de Benjamín Franklin

En el almanaque Poor Ridiard's, bajo el nombre de Richard Saunders, Benjamín Franklin predijo, mediante un estudio astrológico, la muerte del editor de un almanaque rival, Titan Leeds.
Cuando pasó la fecha, Leeds insistió en que estaba vivo. Y lo estaba, pero a pesar de tamaña evidencia Saunders continuó insistiendo en su muerte hasta que ésta finalmente se produjo mucho después de lo predicho.
Franklin escribió entonces, con total descaro, que los amigos de Titan Leeds por fin habían aceptado su muerte.
Y Franklin siguió mintiendo.
En 1730 publicó la historia de un juicio a un brujo y una bruja a los que sometieron a la prueba de comparar su peso con el de la Biblia (los brujos, como es sabido, tienen menos entidad que la Biblia y por lo tanto pesan menos).
Primero fue en una balanza, en la que los juzgados pesaron más, después arrojaron a los tres al agua: brujo, bruja y Biblia flotaron, lo que era una prueba de la culpabilidad de los dos primeros. Para asegurarse, los jueces decidieron que debían hacer la prueba estando los brujos desnudos, para lo cual, con cristiana clemencia, decidieron posponer el juicio hasta que hiciera buen tiempo.
Esta historia completamente inventada se publicó en la Pennsylvania Gazette, cuyo director era el propio Franklin.
En otra ocasión escribió el capítulo 51 del Génesis, que en la versión aceptada por la Iglesia tiene sólo 50. En este episodio Abraham ofrece refugio a un extranjero, pero lo expulsa después de que éste afirma tener otro dios. Yahveh se aparece a Abraham y le afea la conducta diciendo que, en cualquier caso, tiene que dar cobijo al extranjero.
Las mentiras de Franklin tenían casi siempre un carácter educativo: con otro engaño atacó la esclavitud, y para ello creó un escrito en el que un tal Sidi Mehemet Ibrahim de Algeria, un siglo antes, defendía la esclavitud de los cristianos con los mismos argumentos que usaban los esclavistas en el siglo XIX.
También defendió la igualdad de derechos para ambos sexos. Una tal Polly Baker, acusada de fornicación y con cinco pequeños cuerpos del delito que probaban su falta, hizo un emotivo discurso al final del último juicio. Los argumentos eran que para la fornicación son de uso dos personas, pero sólo se castiga a la mujer; que ella sola cuidaba a sus cinco hijos; que sus acciones no dañaban a nadie; y que el primer amante había sido, precisamente, un magistrado.
El excepcional discurso de Polly fue recogido por un periodista, posteriormente reproducido en todo el mundo y desde entonces citado con frecuencia para defender la igualdad entre los sexos. Posiblemente, si se hubiese fijado bien en el nombre de aquel primer reportero, el mundo hubiese sido más cauto, pues era el propio y mentiroso Benjamín Franklin quien, una vez más, se había inventado el discurso de arriba abajo.

http://ibaiacevedo.com/pictures/yo-me-quedaba
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https://es.wikipedia.org/wiki/Benjamin_Franklin

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